El cáncer de ovario sigue siendo una de las principales causas de mortalidad entre las neoplasias malignas ginecológicas, a menudo diagnosticado en etapas avanzadas debido a síntomas inespecíficos y herramientas de detección limitadas. El tratamiento estándar, que incluye cirugía citorreductora y quimioterapia, puede causar fatiga, disfunción física y angustia psicológica, lo que afecta la calidad de vida. Las intervenciones de ejercicio han demostrado potencial para mitigar estos efectos, pero las metodologías inconsistentes en los ensayos controlados aleatorios (ECA) limitan las conclusiones confiables y la integración clínica.
Se realizó una revisión sistemática siguiendo las pautas PRISMA. Se incluyeron ECA que evaluaron los efectos del ejercicio físico en mujeres con cáncer de ovario, excluyendo ensayos piloto, revisiones y terapias combinadas. La extracción de datos y las evaluaciones GRADE fueron realizadas por dos revisores independientes, y se realizó una síntesis narrativa debido a la heterogeneidad del estudio.
Se analizaron once ECA, que abarcaban intervenciones aeróbicas, de resistencia y de yoga. Los hallazgos indicaron mejoras en la función física, la fatiga y los resultados psicológicos, como la reducción de los síntomas depresivos y las mejoras cognitivas. Los pacientes que adhirieron a ≥150 minutos de ejercicio de intensidad moderada por semana experimentaron los beneficios más consistentes. La caminata preoperatoria aceleró la recuperación, aunque la heterogeneidad significativa en los protocolos de estudio impidió el metanálisis.
La evidencia respalda la viabilidad y los beneficios del ejercicio en todos los estadios del cáncer de ovario. Sin embargo, la inconsistencia en la intensidad, la duración y los informes del ejercicio obstaculizan el desarrollo de protocolos estandarizados. En comparación con la rehabilitación cardiológica, las pautas de ejercicio para el cáncer de ovario siguen sin desarrollarse, lo que enfatiza la necesidad de intervenciones personalizadas y basadas en la evidencia.
Las intervenciones de ejercicio pueden mejorar la salud física y mental en pacientes con cáncer de ovario. Se necesitan con urgencia ECA estandarizados para establecer protocolos de ejercicio sólidos y permitir la implementación clínica, mejorando los resultados de supervivencia y la calidad de vida.