Aunque el cáncer de mama es más frecuente después de los 50 años, también puede presentarse en mujeres jóvenes, incluso antes de los 40. Este escenario representa un desafío particular porque suele diagnosticarse en etapas más avanzadas y, en ocasiones, con tumores de comportamiento más agresivo.
En mujeres jóvenes, los factores de riesgo incluyen antecedentes familiares, mutaciones genéticas como BRCA1 y BRCA2, exposición hormonal prolongada y ciertos estilos de vida. Sin embargo, es importante subrayar que muchas pacientes no tienen un factor de riesgo identificable, lo que hace indispensable estar atentas a cualquier cambio en el cuerpo.
El diagnóstico en este grupo puede retrasarse, ya que no existe un programa de tamizaje sistemático por mastografía en mujeres menores de 40 años. Por ello, la autoexploración, la exploración clínica y, ante cualquier sospecha, el uso de ultrasonido o resonancia magnética mamaria se vuelven herramientas clave.
El impacto del cáncer de mama en mujeres jóvenes no es solo médico, sino también emocional, familiar y social. La posibilidad de afectar la fertilidad, el embarazo y la vida profesional hace que cada caso requiera un abordaje integral y multidisciplinario.
A pesar de los retos, los avances en cirugía oncológica, terapias dirigidas y técnicas de preservación de la fertilidad han mejorado el pronóstico. Lo más importante es generar conciencia: el cáncer de mama no es exclusivo de mujeres mayores, y la detección temprana sigue siendo la mejor arma para enfrentarlo.