El cáncer de endometrio es la neoplasia ginecológica más frecuente en mujeres de países desarrollados y generalmente se presenta en mujeres posmenopáusicas, aunque también puede afectar a mujeres más jóvenes. Se origina en el revestimiento interno del útero (endometrio) y suele manifestarse con sangrado vaginal anormal, especialmente postmenopáusico, lo que facilita su detección temprana.
Entre los factores de riesgo destacan la obesidad, terapia hormonal con estrógenos sin oposición de progesterona, síndrome de ovario poliquístico, historia familiar de cáncer ginecológico, diabetes y edad avanzada. Su clasificación se divide en dos tipos principales: tipo I, generalmente asociado a hiperplasia endometrial y estrógenos, de crecimiento lento y buen pronóstico; y tipo II, menos frecuente, no relacionado con estrógenos, más agresivo y con mayor riesgo de diseminación.
El diagnóstico se confirma mediante biopsia endometrial, ecografía transvaginal y, en algunos casos, histeroscopia. El tratamiento estándar en estadios tempranos consiste en histerectomía total con salpingooforectomía bilateral, mientras que los casos avanzados pueden requerir radioterapia, quimioterapia o terapias dirigidas según el subtipo histológico.
En conclusión, la vigilancia clínica frente a sangrado anormal, el manejo de factores de riesgo y el diagnóstico oportuno son fundamentales para mejorar el pronóstico del cáncer de endometrio.