El cáncer de piel es la neoplasia más frecuente en la población mundial y su incidencia continúa en aumento, especialmente en regiones con alta exposición solar. Se clasifica principalmente en dos tipos: melanoma y no melanoma. Los carcinomas de células basales y escamosas representan la mayoría de los casos y suelen tener un comportamiento localmente agresivo pero con baja tendencia a metastatizar. Por otro lado, el melanoma, aunque menos frecuente, es mucho más agresivo y responsable de la mayoría de las muertes relacionadas con cáncer de piel.
Los factores de riesgo incluyen la exposición crónica a radiación ultravioleta, piel clara, antecedentes familiares, inmunosupresión y lesiones cutáneas precancerosas como queratosis actínicas. La prevención es clave e incluye el uso de protector solar, evitar la exposición directa al sol en horas pico y la vigilancia periódica de lesiones cutáneas.
El diagnóstico temprano mejora significativamente el pronóstico. Se basa en la inspección clínica, dermatoscopia y confirmación histológica mediante biopsia. El tratamiento depende del tipo y estadio: los carcinomas suelen manejarse con cirugía local, mientras que el melanoma puede requerir cirugía amplia, linfadenectomía y, en estadios avanzados, terapias sistémicas como inmunoterapia o inhibidores de BRAF/MEK.
En resumen, la detección temprana y la educación sobre prevención solar son esenciales para reducir la morbilidad y mortalidad asociada al cáncer de piel.